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 Ángel Aragonés 

 

UN RETRATO DE ÁNGEL ARAGONÉS
 

Antonio Regalado
Catedrático Emérito
New York University

 


La vida y el arte de Ángel Aragonés están íntimamente relacionados al pasado y al presente de la ciudad de Madrid. Durante la última década, este pintor, paisajista, escultor y diseñador gráfico ha combinado sus varios talentos, movido por un compromiso social profundo que le ha llevado a idear un abanico de proyectos dirigidos a la humanización, el adorno y la restauración del barrio histórico de la capital española.

Aún tengo una imagen viva del día que fui a conocer a Ángel Aragonés en un rincón del antiguo Madrid, (Pz. de la Cruz). No estaba en el suelo. Alcé la vista y le vi a quince metros encima de la acera, sobre unos andamios mientras ponía los últimos toques a un mural monumental que iluminaba una vía pública, por lo demás, desagradable, desgastada por el descuido y el deterioro urbano. El mural reflejaba la calle hasta su final, un horizonte de edificios más altos y más nuevos. Al inferior del lado izquierdo del tapiz vistoso del mural, había unas figuras emblemáticas de un pasado glorioso sutilmente introducidas en la obra, recordando que en ese lugar se encontraba un teatro público importante en el Siglo de Oro. El hombre que sonreía esa fría mañana de invierno, por encima de los distraidos peatones, poseía una visión que le ha inducido a meterse tenazmente con los problemas más complejos que plantea el paisajismo urbano moderno. Esta pasión le ha conducido a Ángel Aragonés a pueblos grandes en la periferia de Madrid que han crecido de manera caótica durante las últimas cuatro décadas, y donde ha resuelto brillantemente retos espinosos planteados por la expansión urbana, donde él ha dejado su huella en fuentes, parques, plazas y paseos que han cambiado de manera considerable la pesadilla urbana y ha convertido barrios grises en comunidades vistosas.

La dimensión social e histórica de la obra de Ángel Aragonés ha profundizado su reflexión constante sobre el papel del arte y el artista en una sociedad estorbada por las propias fuerzas que la hacen crecer: el crecimiento vertiginoso de la tecnología, el capitalismo tosco, y la democracia demagógica. El resultado de los aspectos negativos de estas fuerzas dinámicas de la modernidad se le aparecen a Ángel Aragonés en la forma de una amnesia histórica con consecuencias incalculables: como el desarraigo, la deshumanización la penuria espiritual y la represión.

Los ideales artísticos y preocupaciones sociales de Ángel Aragonés van mano a mano con su peregrinaje como pintor, una actividad en la que su soledad medra lejos del mundanal ruido y la que invade su obra poblica donde su creatividad, tiene que navegar las aguas turbulentas de la burocracia municipal y estatal y la irreflexión y avaricia de las empresas constructoras. Este artista habla con elocuencia y precisión. Su discurso descubre una atención extraordinaria a las fuerzas prerracionales que lo informan. La suya es una manera de hablar que se mueve como si estuviera en círculos concéntricos, abrigando a la naturaleza, al hombre y a Dios en su búsqueda actual que constantemente desanda lo andado hacia una base que oculta un abismo, un caos que es la misma fuente de su creatividad. Consciente del hecho de que su arte sea el hijo del tiempo y de la entropía, Ángel Aragonés conjuga un alfabeto material que está constantemente convirtiéndose, a través de un esfuerzo incesante, en obras de arte. Al oír hablar a Ángel Aragonés, uno alcanza una comprensión intelectual y cordial de su pintura. Para este señor, la palabra "arte", techne, significa una lucha y un conflicto, el único terreno válido para encontrar la verdadera belleza y el terror que inevitablemente lleva consigo.

El pintor diserta con la misma delicadeza sobre los secretos de la técnica pictórica de Velázquez y sobre el simbolismo cósmico injertado a lo largo de los siglos en el Camino de Santiago. Hablará apasionado de la idea esencial del Expresionismo o de los paradigmas herméticos de la arquitectura de El Escorial, del papel del diseño gráfico en una sociedad consumista tecnológica o del alfabeto pictórico del hombre paleolítico. Este artista puede seleccionar tres palabras, como por ejemplo "barro", "madera" y "piedra" y tejer un discurso multihilo que va de acá para allá por los siglos, haciendo siempre presentes las transfiguraciones y usos de estos materiales en sus múltiples relaciones al estilo y las circunstancias sociohistóricas, a los objetivos de la representación y sus límites físicos y espirituales. Su capacidad para conceptualizar y construir metáforas corresponde en su pintura y su obra gráfica a una búsqueda inquieta y obsesiva de sentidos, bien consciente del hecho de que él viva en la era del no sentido donde los objetos mentales tanto como los físicos adquieren, demasiado rápidamente, sentidos que pierden, con la misma rapidez, el sentido. Su búsqueda le lleva a la línea, a los límites de la representación.

Ángel Aragonés vive la paradoja de un hombre consciente de esas fuerzas predicativas que surgen del inconsciente y que él invita con temeridad a atravesar a empujones en su proceso creativo; pero no sin ironía y juego y una obediencia dictada por la humildad, el fertilizante de su experiencia del misterio del ser. Su sentido de la historia y su sensibilidad para con la forma le despiertan doblemente a la extraña interacción de lo diacrónico y lo sincrónico, y de la individualidad y el estilo, cuestiones sobre las que sigue reflexionando y que le incitan a escuchar atentamente con sus ojos los mensajes de los grandes cuadros de la tradición Occidental. Esta preocupación extraordinaria por la historicidad del arte y del hombre apoya su compromiso existencial y moral como persona y como artista, una resolución que le ha permitido escaparse del escollo de la imitación inconsciente o cualquier ansiedad de influencias, como también le ha permitido evitar novedades indeseadas.

Ángel Aragonés ha rechazado las modas, un obstáculo a la búsqueda del artista si se convierten en algo más de otro paso del camino, es decir, si llegan a ser un desvío de una necesaria fidelidad al origen del artista y su arte. Libre de las tentaciones del mercado como pintor, ha ofrecido sus creaciones al mercado a través de sus obras públicas, movido por sus necesidades y las de su prójimo. La mente inquieta de Ángel Aragonés sigue buscando, equidistante de la disciplina y la imaginación, e íntimamente cerca del medio material de su arte. Los cuadros y diseño gráfico de Ángel Aragonés exploran sin cesar la informe confusión de la imaginación donde yace el abismo interior, fuente de terror y reposo, la nada que es paradójicamente la fuente de la creación. Es por esto que encontramos en la obra de este artista cierta ecuanimidad, aun cuando linda con lo grotesco y lo extremo, pues no cae en gestos melodramáticos ni se retira a la seriedad dogmática; su ironía manifestada en el uso hábil de luz, espacio, color y línea para toda postura demagógica, absolutamente consciente del hecho de que detrás de toda así llamada relatividad yace oculto el absoluto inalcanzable, la fuente secreta del proceso creativo. En su mejor obra, Ángel Aragonés ha entrado osado en la tempestad del ser y ha encontrado la serenidad en el centro de esa tempestad.

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